Eros:
te nombré y sentí
de modo intermitente,
siempre cerca
pero no conmigo.
Ardí sin ti,
tanto como a tu lado,
desvaneciéndome en un desnudo Cronos
que me colapsaba
y perdía en el deseo de Caronte.
No es cobardía,
es desesperanza
Desde que leí a Apuleyo
descubrí los trastornos
que tiene tu familia
y debo confesarte
que el Céfiro podrá
no ser tan guapo
pero está dispuesto
a soplar en mi favor
y hasta cae bien a mis hermanas.
Me ha prometido una consorte
y ya estamos planeando
a nuestro primer retoño.
Te dejo tu palacio
tus lujos y alabanzas.
No hace falta que avises a tu madre
segura estoy de que
para cuando vuelvas
ya habrá leído esta nota
y también
estará de acuerdo.
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